2 de mayo de 2016

EN UN PARPADEO



Veo mis piernas siguiendo los pasos de otras más cortas en frente mío, marchamos para abrirnos paso entre la maleza. Siento mi mano sujetando a otra más pequeña y delicada, mis largos dedos juegan con sus finos dedos y sus uñas lisas sin barniz. Dejo de divagar de sobresalto cuando siento que algo me pica dentro del zapato, un poco de pasto seco se logró colar dentro del calcetín. Un momento, ¿Por qué estoy usando traje para salir a caminar al campo? ¿Qué hace que siga a esta hermosa mujer delante de mí? En primer lugar, ¿Cómo es que llegué aquí? Me detengo y ella me voltea a ver mientras se ríe, me hace una seña con su brazo para que vuelva a tomar su mano y la siga. ¿Alguna vez he visto sonrisa más hermosa o escuchado risa más melódica? La respuesta: no. Me mira de una manera única, es la primera vez que alguien me mira así. Sus ojos miran a mis ojos, pero observan mi alma.
Escucho un zumbido encima de nosotros y cuando volteo arriba no puedo creer lo que veo. Un campo de soles amarillos se alza encima nuestro, cada uno atado a un tallo verde que parece más un tronco debido a su grosor. Aprieto su mano en el momento que observo el origen del zumbido. Una gran obrera recoge el polen de la flor; me impresiona la grandeza que emana, lo perfecto de su vuelo, ninguna máquina humana logra igualarla. Un gran aguijón de obsidiana y unos diez mil espejos que no se distraen de su labor ni para percatarse de nuestra presencia.
Ella está acostada, me acuesto a su lado y me abraza; parpadeo y ella se encuentra dormida en mi hombro, parpadeo nuevamente y ella está despierta, tengo miedo de volver a parpadear. Le pregunto su nombre y es tan hermoso, tan divino, que no me atrevo a pronunciarlo de vuelta.
-Mucho gusto -me dice.
-El gusto es mío -le respondo mientras estrecho su mano.
Algo muy dentro mío me insiste en que la lleve a mi corazón, le hago caso pero me doy cuenta muy tarde de que ya me lo han robado, la ladrona me sonríe. ¿En qué momento sucedió? Parpadeo y ella se encuentra de pie en frente mío.
-No parpadees -me regaño en voz alta.
-¿Dijiste algo? -si los ángeles hablaran así sería su voz.
Le tomo la mano nuevamente y nos encontramos frente a un gran lago, el agua es tan cristalina que cuando miro abajo no sé a cuál de las dos seguir, decido seguir a la que me queda más cercana. Sólo espero que no sea el reflejo, parpadeo. Abro los ojos; mi mirada aterrada es a causa de que dejé de sentir su mano tomando la mía, la busco y el mundo se detiene cuando nuestros ojos se vuelven a encontrar. Me río a carcajadas, tan altas y sonoras que incluso Dios tiene que taparse los oídos para no caer arrastrado en mi locura, al darme cuenta que ambas se encuentran al otro lado del lago, una enfrente de la otra. Me aviento al agua sin pensarlo un segundo más, al caer y golpearme el brazo izquierdo me doy cuenta de que no era más que un charco. Termino de cruzarlo, me acomodo el peinado, el moño azul y el saco negro a medio mojar en frente de ellas. Avanzamos dos y dejamos a una detrás, caminamos hasta que mis pies me duelen. Coloco mi saco debajo nuestro y nos acostamos nuevamente en el suelo, miles de estrellas se pueden observar, pero ninguna conocida. Volteo a ver la más brillante, que se encuentra a lado mío, apenas resisto la tentación a parpadear, sé que algo malo sucederá si lo hago, pero esta cede en cuanto nuestras miradas se juntan.
-Dime que no estoy soñando -le digo quedamente, casi murmurando.
Mis labios se juntan con sus labios, su dulce néctar es traído a mí a través de su lengua. Sus labios se han apartado... ¡No, no, no! ¡No puede ser! Tengo miedo de abrir los ojos, su sabor dulce se está desvaneciendo; siento la luz del sol pegando directamente en mis ojos. Intento volver a dormir pero es inútil, se me fue en un parpadeo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

< >