Todavía recuerdo cuando lo perdí.
Fue en un día caluroso de octubre, era tarde e íbamos camino a un concierto.
Lo conocí un poco antes de salir de la secundaria. Era vibrante, lo que menos esperaba.
Pasaba todo el tiempo con él, le enseñé mis canciones, le escribía mil cosas.
Podíamos platicar todo el día y nunca era aburrido.
Estaba tan emocionada, tan enajenada, que no me di cuenta cuando las cosas empezaron a fallar.