Andres Manuel López Obrador es uno de los políticos más emblemáticos, populares, controvertidos, amados y odiados de México. No coincido con él en casi ninguno de sus ideales, pero por supuesto se respetan sus opiniones y la indudable convicción que tiene con éstos.
Sin embargo, López Obrador es muy inconsistente e incongruente.
Por
ejemplo, hace unas semanas, en Jiutepec, tuvo la audacia de decir lo siguiente: “Al
triunfo de nuestro movimiento vamos a dejar la constitución como estaba, como
la escribieron los constituyentes en 1917, se va a volver al Artículo Tercero
como estaba originalmente –un escueto artículo de 10 líneas-, al artículo 27,
al artículo 123…”
Curioso
que mencione el Artículo 27, ya que éste dice textual que “La propiedad de las
tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional,
corresponde originariamente a la Nación, la cual, ha tenido y tiene el derecho
de transmitir el dominio de ellas a los particulares, constituyendo la
propiedad privada.
“…El
dominio de la Nación es inalienable e imprescriptible, y sólo podrán hacerse
concesiones por el Gobierno Federal a los particulares o sociedades civiles o
comerciales constituidas conforme a las leyes mexicanas”
Esto
es mucho más profundo que la Reforma Energética a la que AMLO ha atacado y
criticado fuertemente al grado de mandar cercar el Senado para que ésta no se discuta.
Yo tengo otra postura que la de López Obrador y como se mencionó al principio se
respeta la opinión de cada quien, lo que sí es que hay que informarse tantito
antes de andar haciendo declaraciones como éstas.
Pablo
Hiriart lo resume a una disyuntiva muy clara, “AMLO, ignorante o neoliberal”.
Pero
el tema de la Constitución de 1917 no se acaba ahí. Además de las muchas cosas
que simplemente resultan anticuadas o no actualizadas a nuestros días, por
obvias razones, hay más incongruencias.
La Constitución de 1917 no toca varios temas trascendentales
como la equidad de género, no reconoce a los pueblos indígenas, que de dientes
para fuera AMLO ha apoyado –hasta dirigió una A.C. que apoya los indígenas en
Tabasco-, pero con sus declaraciones señala otra cosa. Una constitución que
plantea la pena de muerte hasta por plagio. Un texto que no reconoce autonomía
para instituciones clave como el Banco de México o el INE –que si autónomo, AMLO
dice que “Al diablo con sus instituciones”, imagínese una autoridad electoral
controlada por el Gobierno Federal-. Un escrito en el que el Distrito Federal no
tenía las condiciones similares a las de Entidad Federativa, porque, ¿qué
hubiera sido de Andrés Manuel si el encargado del Departamento del Distrito
Federal lo siguiera poniendo el Presidente? No hubiera hecho del D.F. su
principal bastión. Una constitución poco contundente contra la corrupción que
AMLO tanto ha criticado.
AMLO
se ha dicho admirador de Carranza –aunque no parece conocer mucho su obra-. También
se ha proclamado seguidor de Eulalio Gutiérrez y Benito Juárez, al grado de
decir "Quiero llegar a hacer lo que hizo Benito Juárez". Curioso que
estos dos personajes no llegaron a la
presidencia por la vía de la democracia.
En
el evento en Jiutepec antes mencionado, AMLO también criticó el sistema de cómo
se eligen los ministros de la Suprema Corte, a propósito de la designación de
Eduardo Medina Mora. “…que el pueblo los elija (a los ministros), que haya
democracia y no la cúpula, ya se hacía eso en la historia, se elegía a los
integrantes del Poder Judicial”. Hay varias cuestiones respecto a esta propuesta.
En principio, cabe señalar que en la Constitución de 1917, no viene nada de elegir
a los ministros, pero bueno. Encuentro muy contradictorio esto ya que si se
hace lo que el tabasqueño propone, el Poder Judicial se vería inmerso en una
politización que no le conviene. El Judicial se ha mantenido relativamente al
margen de las críticas hacia la clase política, pero si se eligen mediante el
sufragio de toda la gente -además de lo poco atractiva que resultaría esta
elección y por consiguiente un alto abstencionismo- se incrementaría el gasto
electoral, ya muy alto, porque los candidatos -que habría que saber quién va a
postular, porque bajo el argumento de AMLO no podrían ser los partidos- tendrán
que hacer campaña y vendría esta politización que podría disminuir la confianza,
ya diezmada, que se tiene en los jueces.
El
eje rector de la campaña de Morena era el combate a la corrupción, curioso con acontecimientos
como cuando su Secretario de Finanzas en el GDF, fue procesado por Lavado de
Dinero y Fraude, el ya famoso caso de Bejarano u otros casos “sospechosos” como
las cosas que viste y usa su hijo, el inflado salario a su chofer, entre otros.
En
el año 2000, Andrés Manuel, en un debate con el Jefe Diego, dijo: “Yo no tengo
ambición ni del dinero ni del poder”. Resulta paradójico si vemos que ha
participado en dos elecciones presidenciales, desplazando a otros candidatos viables
como Marcelo Ebrard, negando sus derrotas, nombrándose presidente legítimo y
después de perder en 2012, al ver que ya no había cabida para otra candidatura presidencial
en el PRD, fundó su partido con el único propósito de llegar a 2018.
Partido
que en sus spots sólo se dedicó a criticar el sistema, la “mafia del poder”,
los excesos y a promover la figura de López Obrador porque “AMLO es Morena”, y
no decir una sola propuesta en este tiempo al aire.
AMLO queda como alguien a quien ya le empieza a ganar esa ambición, esa necesidad de
llegar a los Pinos, y con tal de lograrlo seguirá dando sus discursos demagógicos,
populistas y vanos.
@CarlosAburtoC
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