7 de marzo de 2016

REFERENDA Y MARIGUANA



Hace algunas semanas comenzaron los debates “oficiales” sobre la legalización de la mariguana. Uno organizado por la Secretaría de Gobernación, que forma parte de 5 debates dedicados a los diferentes enfoques relativos a la legalización (salud pública, seguridad pública, etc.). Paralelamente se llevan a cabo debates organizados por el poder legislativo.

Una propuesta para decidir si se debe legalizar es el referéndum o el plebiscito (los términos no son sinónimos, pero se usarán aquí de forma indiferente por su similitud y porque dependería del gobierno y cómo se lleve a cabo el proceso cuál sería). Esta propuesta, a simple vista, suena muy viable y democrática.

El referéndum se ha utilizado diversas ocasiones alrededor del mundo, pero muchas veces, de manera incorrecta. En Eslovenia se llamó a referéndum en diciembre pasado para decidir si una ley que permitía el matrimonio homosexual y la adopción por parte estas parejas, debía entrar en vigor. Dos terceras partes de los votantes se opusieron a esta ley (el papa Francisco, por supuesto, apoyó a este grupo). Algo que por definición suena muy democrático resultó un atropello a los derechos humanos de una minoría.

Según la Primera Sala de la Suprema Corte de nuestro país, el decidir consumir mariguana va con el derecho al libre desarrollo de la personalidad, que es derecho humano. Llamar a un referéndum para decidir si se debe legalizar sería un tremendo error. De acuerdo a varias encuestas, la mayoría de la gente está en contra (aunque con tendencia a la baja) de la legalización con fines recreativos, lo que seguramente (no necesariamente, podría depender de la participación) arrojaría un resultado en contra. Pero el hecho es que los derechos no se votan. La mayoría, por muy mayor que sea, no debe decidir sobre los derechos de la minoría cuando la ejecución de estos derechos no perjudica a terceros.

El debate debe estar basado en datos y evidencia rigurosa. Datos como que la mariguana no ha causado ninguna muerte directa, ¡ninguna!, contra casi medio millón del alcohol y el tabaco juntos, sólo en 2013, en EUA; o que la mariguana tiene el potencial adictivo más bajo de estas tres drogas; que por cada 100 pesos gastados en combate a las drogas, 3 o 4 se gastan en prevención y atención a adictos; o el hecho de que la política prohibicionista simplemente no ha funcionado para combatir al narcotráfico y sólo lo ha hecho más poderoso mientras los más perjudicados han sido los ciudadanos con una inseguridad ya insostenible.

Paralelamente está la discusión de la legalización para usos medicinales. Ahí no veo gran debate. Las bondades médicas de la mariguana están más que comprobados, a pesar de la limitada investigación, a causa de la misma prohibición.

Yo pienso que la legalización debe ir más allá del auto-consumo, que se empezó con la proyecto del Ministro Zaldívar. Se debe regular el comercio y gravarlo.

La legalización le da un marco de seguridad a los consumidores, no sólo por no tener que tratar con organizaciones violentas, además, los productores gastarán en investigación para desarrollar mucho mejores productos y más sanos, además habrá competencia entre éstos. En la época de la prohibición del alcohol en EUA, se traficaba muchísimo y de muy baja calidad. Algo así pasa hoy con la mariguana. Hoy el mercado del alcohol es una con gran competencia, innovación y que genera muchos empleos.

Por varias décadas, Estados Unidos puso los consumidores y México los muertos. EE.UU. fue quien nos impuso –y a toda Latinoamérica- la prohibición. Hoy, más de la mitad de los estados estadounidenses han legalizado la mariguana con fines medicinales y varios para la recreación. Canadá está también muy cerca de la legalización, a nivel nacional, de la mariguana.

Entre 2006 y 2014, de 453 mil detenidos por delitos contra la salud, 330 mil fueron por posesión y consumo de alguna droga. El costo promedio de mantener un encarcelado por posesión de mariguana es de 6 mil 414 pesos diarios*. Esto suma una cantidad bestial de dinero, que sumada al impuesto a la producción y el ahorro por no perseguir pequeños consumidores equivale a una cantidad de dinero de 11 o 12 cifras, anuales, que pueden ser usados en prevención, apoyo a adictos, concientización y en combatir a los verdaderos criminales, así como muchas otras cosas.

Por un debate sin filias ni fobias, ni estigmas ni dogmas.

*”Encarcelamiento y costos sociales de la política de drogas en México y América Latina”, CIDE
@CarlosAburtoC

No hay comentarios:

Publicar un comentario

< >